Juan 3:1-6
Jesús y NicodemoHabía un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es.
Nicodemo probablemente sería recibido con los brazos abiertos en cualquier iglesia contemporánea. Parecería un miembro ideal: con principios, conocimientos y cortesía. Y, como fariseo, seguía reglas judías estrictas, lo que lo hacía todo un religioso. Sin embargo, Nicodemo tenía serios defectos: estaba ciego a la verdad y espiritualmente perdido. En otras palabras, no tenía una relación con el Salvador.
Cuando Nicodemo vino a ver al Señor Jesucristo, en Juan 3, el Maestro le dijo que ninguna cantidad de bondad podía borrar o cambiar la naturaleza de una persona. En vez de eso, todos los que deseen servir a Dios deben nacer de nuevo. El Señor le aseguró a Nicodemo que si confiaba en Él como Salvador, entonces iniciaría una vida nueva por completo. Su antigua naturaleza carnal sería reemplazada, para que pudiera tener una relación real con Dios; en vez de parecer un hombre religioso, Nicodemo sería un creyente verdadero.
Nadie entra al cielo por buenas obras ni conducta bondadosa. Al final de nuestra vida terrenal, cuando estemos en la presencia de Dios, solo nuestra relación con Él importará. Desearemos mostrarle que en lugar de nuestra antigua naturaleza pecaminosa, ahora tenemos en nosotros el Espíritu Santo que recibimos cuando aceptamos a Cristo como Señor de nuestra vida.
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